sábado, 4 de mayo de 2019

La ideología detrás del compañerismo

Un optimista es un imbécil. Quien aplaude la sentencia, se apropia de la ideología, como un cristiano lo hace cuando otro menciona a Jesús en una sentencia. Como saludar con namasté. Defender el neoliberalismo o levantar la mano en señal nazi. Realmente no importa de dónde viene la aseveración. Al hacerla, se levanta la mano y se quedan otras abajo. Quienes levantan la mano están de acuerdo y, tribalmente, se convierten en amigos de inmediato. Porque es más importante seguir creyendo y mantenerlo hasta la muerte, que deponer el orgullo y decir: estaba equivocado. Al final, todos estamos equivocados, porque no hay verdades absolutas. Y creemos que son. ¿Qué sentido tendría, no creerlo? Dios no existe pero sí existe. Los optimistas son imbécilos pero son muy inteligentes. Los negros no deberían tener derechos pero sí los tienen. No debería existir la equidad de género pero sí debe existir. No hay derechos universales pero sí los hay. Y así. Sin embargo, hacernos viejos nos hace embudos. Ya no queremos escuchar diversas opiniones, porque estamos convencidos de nuestra ideología. De Jesucristo o de la imbecilidad de los optimistas. Y creemos que quienes piensan como nosotros refrendan esa ideología. Y entonces, creemos que estamos en lo correcto. Y entonces nos hacemos más viejos. Más nihilistas, más cristianos, más neoliberalistas, más racistas, más progresistas. Finalmente, más viejos.


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