No han cambiado las noches en los últimos años. Tal vez nada. El cuerpo sigue esperando el último espasmo antes de la calma, mas el ruido avasalla y cubre todos los rincones. La calma nunca llega. La espera continúa, como una avispa que se acerca para ser provocada. Descubro que no hay literatura después del silencio y la ausencia, sino a partir de la misma que sirve como emancipadora de lo olvidado en las más profundas arcas de la memoria y el dolor. Los libros son los compañeros que se sientan en la sesión diaria del grupo de apoyo emocional. Olvidarlos es desatender a la empatía, porque en los últimos años, durante las noches sobretodo, escribir es escuchar a los otros para atreverse tímidamente a dar un paso: su nombre por favor, su condición y por qué decidió venir aquí.
TODOS: Gracias, Adrián.
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