Estás
lejos.
Cruza tu fantasma, de norte a sur,
recorre
mi espina dorsal,
termina
enterrado en mis dedos.
Así
escribo.
Avanzas
por la página blanca.
Con
tu fantasma dejas el rumor de tu cabello.
Todavía
huele a shampoo derramado en el piso del baño.
Si
me acerco, la página descubre tu aroma.
¿Necesita
un hombre, algo más que tu aroma?
Si
me alejo, la saudade comienza.
Atardece.
El
horizonte se extiende como una plegaria.
Las
gotas se deshacen en el recuerdo de tus ojos.
Si algún día no tengo tinta para escribirte, Teresa,
el
mundo se desgajará lentamente,
como la lluvia,
se
derramará hacia la tierra,
quedará reducido a insectos y cenizas,
las
páginas se recogerán, negras
y
la música de la noche sería un largo silencio
que
nadie se atreverá a romper.
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