Diciembre
27
Anoche
tuve un sueño distinto. Estaba sentado a la mitad de una habitación,
reunido con amigos a quienes no podía verles el rostro. Un grupo de
tres mujeres se acercaba a nosotros. En la pared frontal había una
gran pantalla, silenciosa. Siguiendo el rumor de la habitación,
podría decir que un bar o un club de jazz o cualquier pocilga que no
tenga música rock en los altavoces ni jóvenes menores a 25 años.
Yo no era tan viejo en mis sueños, pero después de los 40 preferí
soñar conciertos de música "culta", largos solos de sax y
el rumor de las hojas cuando el viento venía a más de 30 km desde
el mar. Anhelaba tanto el silencio, en mi vida dentro y fuera de los
sueños, que a veces me veía en medio de catedrales vacías,
prisiones vacías, hospitales abandonados e incluso alguna vez soñé
que estaba de turista en Auschwitz, solo como la isla de Chipre.
Después supe que Teresa había puesto la trampa. Preguntó de golpe
si sabíamos quién estaba tocando en los altavoces. Ninguno de
nosotros respondió. Las tres chicas se fueron y nosotros reímos. De
golpe entendí que era una prueba. Quien respondiera correctamente
podría irse con ellas. O con alguna. Como una vieja cinta de video,
rebobiné el sueño y las chicas se postraron de nuevo frente a
nosotros. ¿Saben quién toca? - dijo Teresa (ahora no me quedaba
duda) y yo respondí "Duke Ellington". Teresa sonrió y me
extendió la mano. Entonces desperté.
Toda
la mañana he visto un alce recorriendo el llano blanco frente mi
cabaña. Pensé que pasaría el día solo, pero luego se acerco otro,
cuyo lomo tenía un tono más oscuro que el otro. Luego otro y más
tarde otro más. Una hora después eran diez. Los hombres no podemos
hacer eso de acostarnos en la nieve y mirarnos comer. Necesitamos
refugio, después necesitamos odiarnos y luego matarnos. Más tarde sacamos
conclusiones de por qué lo hicimos. Y así, por los siglos de los siglos.
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