miércoles, 2 de julio de 2014

Los últimos minutos - 2

Diciembre 27
Anoche tuve un sueño distinto. Estaba sentado a la mitad de una habitación, reunido con amigos a quienes no podía verles el rostro. Un grupo de tres mujeres se acercaba a nosotros. En la pared frontal había una gran pantalla, silenciosa. Siguiendo el rumor de la habitación, podría decir que un bar o un club de jazz o cualquier pocilga que no tenga música rock en los altavoces ni jóvenes menores a 25 años. Yo no era tan viejo en mis sueños, pero después de los 40 preferí soñar conciertos de música "culta", largos solos de sax y el rumor de las hojas cuando el viento venía a más de 30 km desde el mar. Anhelaba tanto el silencio, en mi vida dentro y fuera de los sueños, que a veces me veía en medio de catedrales vacías, prisiones vacías, hospitales abandonados e incluso alguna vez soñé que estaba de turista en Auschwitz, solo como la isla de Chipre. Después supe que Teresa había puesto la trampa. Preguntó de golpe si sabíamos quién estaba tocando en los altavoces. Ninguno de nosotros respondió. Las tres chicas se fueron y nosotros reímos. De golpe entendí que era una prueba. Quien respondiera correctamente podría irse con ellas. O con alguna. Como una vieja cinta de video, rebobiné el sueño y las chicas se postraron de nuevo frente a nosotros. ¿Saben quién toca? - dijo Teresa (ahora no me quedaba duda) y yo respondí "Duke Ellington". Teresa sonrió y me extendió la mano. Entonces desperté.

Toda la mañana he visto un alce recorriendo el llano blanco frente mi cabaña. Pensé que pasaría el día solo, pero luego se acerco otro, cuyo lomo tenía un tono más oscuro que el otro. Luego otro y más tarde otro más. Una hora después eran diez. Los hombres no podemos hacer eso de acostarnos en la nieve y mirarnos comer. Necesitamos refugio, después necesitamos odiarnos y luego matarnos. Más tarde sacamos conclusiones de por qué lo hicimos. Y así, por los siglos de los siglos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario