No me mires ni busques mi
nombre en los despojos de tu cuerpo. No azotes tu mano contra el
espejo que ya te había abandonado. No rompas las esquinas que otras
habían dejado rotas. No recicles el papel que nadie te ha pedido. No
cites. No subas la ventana a media noche para que me hagas escuchar
la música que crees que escuchas. No cites a los colibríes por la
mañana cuando bien sabes que te detestan. No dejes cartas bajo mi
almohada. No te rías si no lo has comprendido. No llores para
traerme de regreso. No subas al taxi que creas que te llevará a mi
domicilio. No abras el paraguas creyendo que iré de tu brazo. No
insistas en escribir cuentos cuando tu agonía estuvo siempre
inscrita en la poesía. No me pidas que te tome de la mano si mi mano
está siempre con otra mano. No compres los libros que he leído, por
muy pocos que hayan sido. No compres boletos para la misma sala. No
discutas en voz alta cuando te sientes en la mesa contigua. No me
mires desde el rincón que crees oscuro. No vociferes. No cierres los
ojos cuando termines de leer esto.
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