miércoles, 27 de julio de 2011
Elegía a Juan
Para Juan Alvarado, in memoriam
Hoy por la mañana no hubo lluvia. La tierra hoy amaneció seca, dolorosa, pues tus manos se pusieron a dormir ayer y para siempre. Tu que siempre estuviste rodeado de tierra, tendrías que terminar rodeado de tierra. Ninguna profesión, ninguna frase nos salvará del dedo frío y dictatorial de eso que llaman destino. Luego, cuando ví que seguiría lloviendo en alguna parte, pensé que podría encontrar la que era tu casa llena de humedad, seguramente del sincero llanto que habrá roto el silencio de la tarde de ayer, de la noche de anoche. Si el río de tu vida se ha secado ayer, súbitamente, como si el mismo dedo frío y dictatorial hubiera decidido abrir un agujero enmedio, hoy el río empieza a drenarse con la vida de los que les diste vida, de los que tu y tu eterna fräu trajeron al mundo para que hubieran más risas, para seguir teniendo fe en este mundo. Hoy por la mañana pasé muy cerca de tu casa y el camino seguía vacío, aunque lleno de automóviles y automovilistas que no sabían ni sabrán de tu muerte. Tampoco las esquinas, ni los puentes peatonales saben que hoy por la mañana ya no despertó un gran hombre, un buen hombre, un magnífico hombre. Solamente lo saben tu fräu y tus hijos, y tus nietos y tu nuera y tus amigos y tus hermanos y todas las ramas y raíces de ese tronco invulnerable, que eras. Hoy, que tantos a nuestro alrededor caen como moscas, como números que llanamente se van volcando en un recipiente, hoy tu tronco, tu vida entera, tu entereza cae y de tan grande no cabe en ningún numero y en ningún recipiente, tan solo en las venas, en los ojos, en los sueños y en las palmas de los que te amaron tanto y te siguen amando, de los que seguirán llenando ese río por tí, de los que seguirán riendo por tí.
Ciudad de México, Morelia
27 Julio 2011
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