domingo, 24 de noviembre de 2013

El último poema

La vida es un ejercicio de futilidad. La vivo porque sentiría demasiada culpa morir antes de tiempo. Los atardeceres, las supuestas maravillas del mundo, los placeres que causan memorias y los placeres que causa recordar esos placeres, son trampas que el universo pone para que creamos que la vida tiene sentido y que merece ser vivida. Afuera, le han robado al silencio una vez más su tiempo oportuno para que nos olvidemos de la algarabía de la vida. Si hoy el silencio entra una vez más por esta puerta, tiene garantizada mi compañía, hasta que alguien o algo del exterior venga a echarlo de nuevo. El silencio es un pobre vagabundo. En casi ningún lugar del mundo lo quieren. Por eso, querer vivir la vida en silencio es un doble ejercicio de futilidad. Y el remotamente haber imaginado vivirla cerca de ti, ha sido la confirmación de que da lo mismo vivir o no vivir en silencio.



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