miércoles, 9 de mayo de 2012
Post noche de Mayo
Ayer sudé por primera vez en Los Ángeles. Apareció ella, una vez más, rodeada del grupo de adolescentes. Ella vestía traje de baño. Los otros también, pero los otros no importan. En ese momento no hay más que ella, su sonrisa más grande que el resto de su cuerpo, más grandes que las manos, más grande que su espalda. Casi pasó todo como una escena donde nos escuchamos nada más que una canción de los años 60, el resto del grupo aparece fuera de foco y la cámara la sigue a ella solamente. Si mañana tuviera que dejar esta ciudad, tendría este recuerdo como el último. Hoy desperté y decidí que no fuera esa la última imagen. Sea como sea, juré que esa sonrisa estaría tan cerca de la mía que ambas desaparecerían, como cuando terminan juntas la luz de la noche con la luz del sol, cuando terminan las notas de una canción como Killing me Softly de Roberta Flack y comienza Hard to Handle de Ottis Reading, ahí somos esas dos notas, o cuatro u ocho notas, que se dejan entrelazar, como sonrisas, como el amanecer que termina siendo la unión de dos días y que, como cualquier unión, cualquier bifurcación, cualquier delta, solo podemos apreciar por unos cuantos segundos la verdadera belleza de un encuentro, de dos números haciéndose uno, del final de un poema donde se reunieron todas las palabras.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario