Ayer, cuando amaneció, hubieron trinos. Mientras manejaba y dejaba atrás la ciudad, cada vez más cerca de tu ausencia, hubieron trinos. Entregué mi renuncia, fuí a la cafetería por última vez, comí masticando como una vaca y hubieron trinos. Seguí la ruta del sol hasta que anocheció, salí a perseguirlo, volvió a amanecer y hubieron trinos. Volví al mismo amanecer y ya no habían trinos. Pero tú no te habías ido. Ahí seguías, como una mancha, igual a ese pequeño personaje apenas dibujado, traído por otro autor. Entonces volvió ella. O tal vez no. Tal vez fue otro de esos fantasmas que llegan a la puerta, tocan a la puerta, les abro la puerta y cruzan la puerta y se sientan en mi sala, revisan mi sala, se acuestan en mi sala, observan los cuadros de mi sala, prenden un cigarro en mi sala y luego dicen: me gusta tu sala. Y a la mañana siguiente, como era de esperarse, volvió a amanecer. Y volvieron los trinos. Y ella seguía a mi lado. Y me paré al baño y preguntó ¿a dónde vas? y esa mínima e inocente pregunta me paralizó y una gota se deslizó por el interior de mi espalda y para cuando llegó al final de su recorrido entendí que habían pasado muchos años desde que ella se había mudado y tú te habías ido.
...Y tú te habías ido.
ResponderEliminarComo un vuelo de paloma en la plaza.
Como un trozo de cielo en la tormenta,
como el aire que trae una vieja foto.
Pero habían pasado veinte años.
...De amor correspondido.
Si me permites. Llegué aquí de casualidad.
Bendito azar, poder leerte.
Un saludo.
¡Gracias! Un saludo de vuelta! =)
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