jueves, 5 de febrero de 2009
Andrea llega a casa de Lorenzo
Los muebles se habrían recorrido hasta que la sala se maquilló como un improvisado salón de baile. Un cuadro que colgaba de una pared mostraba la fotografía de Robert Smith. Se habían conocido horas atrás en un bar del centro. Ella se acercó a él en cuanto vio que esgrimía una pluma y dibujaba una copia de la barra. Cuando miró que se dibujaba a sí mismo en la barra, supo que se enamoraría de él. Aún cuando fuera su última noche. Irse ya sabía a cerveza amarga. Salieron juntos, a la última noche de ella y la primera de él. Andrea no viviría más ahí. Se había hartado. Sobre todo de las eternas respuestas contrarias: si ella decía no él resto decía que sí. Siempre. Vivía en una ciudad de ojos negros, ella siendo de ojos verdes. De niña habìa querido pintarse los ojos para no ser distinta, pasar inadvertida, pequeño fantasma. Andrea llevaba una carta siempre en su bolsillo. La había dejado Horacio antes de largarse, el muy hijodeputa. "... cada vez que recuerdo el contacto de tus labios con los mios siento como si un fantasma me cruzara el cuerpo y me tocara el corazón..."´. "... tengo que irme..." "etc.". No se iba por diferente sino por ausente... (cont.)
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